Que un avión pueda volar sin motores, aunque parezca imposible, es posible.
Los motores de los aviones comerciales cuestan entre 7 y 18 millones de euros en función del tamaño y sus características. Este coste tan elevado se debe, en gran parte, a su alta fiabilidad. No obstante, si aún así se diera un fallo de motor en pleno vuelo, el avión puede seguir volando hasta aterrizar de forma segura.
Un fallo de motor es algo que puede suceder. Sin embargo, en la actualidad, la tasa alcanzada es de 1 por cada 200.000 horas de funcionamiento o, lo que es lo mismo, un fallo cada 22 años funcionando ininterrumpidamente.
Aún así, y aunque lo más seguro es desviarse o volver al aeropuerto más cercano y revisar el avión, con un fallo en un motor se puede continuar el vuelo. Pero ¿Qué pasaría si el fallo afectara a todos los motores? ¿Caería el avión en picado? La respuesta es NO.
Los aviones vuelan gracias a las alas que lo sustentan. Por eso, si los motores se paran, el avión puede planear. En este caso, Para que un avión sea controlable y no caiga a plomo es necesario que se mantenga por encima de una determinada velocidad, de manera que el aire fluya por las alas y superficies de control. Esta velocidad es posible conseguirla sin motores, intercambiando altitud por velocidad. Así, la diferencia entre disponer de uno o varios motores o ninguno es que, sin ningún motor, el avión no tiene capacidad de mantener ni ganar altitud y deberá intercambiarla por la velocidad.
Imaginemos un avión de dos motores, uno en cada ala. Con los dos motores funcionando éstos empujan hacia adelante por igual. En caso de fallar un motor, se produciría un desequilibrio de fuerzas entre los dos lados del avión provocando que éste rote ligeramente hacia el lado del motor inoperativo. No obstante, tanto el piloto humano como el automático pueden contrarrestar tal efecto moviendo el timón de dirección, situado en la cola del avión. De esta manera, el avión sin motor podría mantenerse en una trayectoria rectilínea y virar hacia ambos lados, descendiendo poco a poco -planeando- de manera controlada.
Para sorpresa de muchos, la capacidad de planeo de los aviones comerciales es bastante alta. Esto se debe a su forma aerodinámica, diseñada para ofrecer la menor resistencia posible y así ahorrar combustible.
Por normativa, cualquier avión comercial de pasajeros de dos motores tiene que ser capaz de volar un mínimo de 60 minutos con la potencia de un solo propulsor.
El 24 de agosto de 2001, el vuelo 236 de Air Transat en su ruta de Toronto (Canadá) a Lisboa (Portugal), se quedó sin combustible sobre el Océano Atlántico debido a una fuga. El avión tuvo que desviarse al aeropuerto más cercano planeando hasta aterrizar de emergencia en las Islas Azores. Esto supuso el planeo más largo de un avión comercial hasta el momento, volando sin motores durante 30 minutos y recorriendo 120 kilómetros.
El vuelo sin motor, conocido también como vuelo a vela o volovelismo, es un deporte aéreo que consiste en pilotar un avión sin motor, llamado planeador o velero.
En el vuelo a vela, para poner el avión en el aire se emplean diferentes métodos de “lanzamiento”, siendo los más usados el remolque por torno y el remolque por avión que proporcionan el impulso necesario para que, una vez desacoplado, el planeador pueda ganar altura sin más ayuda que las masas de aire en el seno de la atmósfera y los mecanismos (palanca y pedales) necesarios para dirigir el avión.
Las formas básicas de vuelo sin motor o a vela son el vuelo a térmica, ladera y onda de montaña.
En el vuelo a térmica, para subir el planeador buscará permanecer dentro de las corrientes térmicas que se elevan en la atmósfera.
En el vuelo de ladera, el viento que incide perpendicular a una ladera se ve forzado a subir. Así, el velero situado en posición óptima podrá volar sin perder altura e, incluso, subir si la ladera tiene la suficiente dimensión y el viento está bien orientado y con la fuerza conveniente.
La onda de montaña es un fenómeno que se produce a sotavento de cadenas montañosas sobre las que incide un fuerte viento. Este viento origina un efecto ondulatorio más allá de las montañas en el que, en determinadas condiciones, se puede volar y alcanzar grandes alturas.
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